Antes de nada, me gustaría aclarar que esto no pretende en ningún momento ser un taller de escritura o consejos infalibles para alguien que quiera empezar a escribir.
Esto no es más que un diario de mis experiencias, el conocimiento que he ido adquiriendo con el tiempo y las técnicas que he ido aprendiendo, en la aventura de crear historias.
Cada escritore es un mundo y cada cual debe buscar sus propias técnicas y encontrar su método, el que mejor le sirva. Y si leyendo esto, algo de lo que hay aquí os ayuda, ya me siento más que satisfecha.
Esto no es más que un diario de mis experiencias, el conocimiento que he ido adquiriendo con el tiempo y las técnicas que he ido aprendiendo, en la aventura de crear historias.
Cada escritore es un mundo y cada cual debe buscar sus propias técnicas y encontrar su método, el que mejor le sirva. Y si leyendo esto, algo de lo que hay aquí os ayuda, ya me siento más que satisfecha.
Capítulo cero: La idea.
El capítulo cero de toda historia comienza en el mismo instante en el que surje una idea en la mente de cualquier escritore.
Puede comenzar de muchas formas: viendo una película, por un sueño, caminando por la calle, asistiendo a clase, en una biblioteca o viendo un musical, como me pasó a mí en una ocasión.
Una vez que surje la idea, pueden ocurrir tres cosas: que sea interesante y que la guardes para más adelante; que sea una chorrada y la deseches; o que te entusiasme la idea y decidas empezar a trabajar en ella. La primera vez que encontré una idea que realmente me gustaba y con la que me sentí lo suficiente cómoda fue hace unos cinco años. Esa historia la sigo escribiendo y tal vez, algún día, llegue a ver la luz.
Tras aquella primera idea, aparecieron muchas más. Y seguro que si habéis leído hasta aquí, a más de une le habrá llegado esa idea.
Una vez leí, en un artículo o un libro sobre escritura, que la mente del escritore (aunque no sea de forma consciente), nunca deja de pensar en la historia. De darle vueltas a la idea. Es por eso que muchos escritores, al sentarse frente a su cuaderno o su pantalla de ordenador, sienten cómo las ideas fluyen. Algunas veces tan deprisa que no hay tiempo de tomar nota de todo y algunas ideas se olvidan.
Es lo que llamamos inspiración.
Y cuando esa cascada de ideas para, entramos en el temido bloqueo del escritor. De ambos temas hablaré en siguientes entradas.
Pero volvamos con esa idea principal. La primigenia.
Hace unas semanas tuve la suerte de conocer a un grupo de personas estupendas. Todes aman escribir y es realmente bonito poder compartir tus sueños y proyectos con gente que piensa parecido a ti. He aprendido mucho desde que les conozco y lo agradezco mucho.
Estando en ese grupo, les Escritensitas, vino a mí una idea.
Una idea de una historia de las buenas. No sé hasta dónde llegará, pero espero que sea lejos.
No soy de las que en cuanto les surje la idea empiezan a escribir. Eso es más típico de les escritores tipo brújula. Aquellos que en cuanto tienen la idea, empiezan a escribirla.
Yo soy más de tipo mapa, a mi me gusta planificar casi todos los detalles antes de empezar. Así que cuando me viene una idea, la dejo reposar. ¿Qué cuánto tiempo? Ni idea, lo mismo pueden ser unos días que unas semanas. En este caso, fue sólo cuestión de días. Si era porque estar hablando casi a todas horas con les Escritensitas influyó, no lo sé. Pero no me extrañaría.
De modo que ahí me encontraba yo, con la mente trabajando tan rápido que hasta acabé con dolor de cabeza. Fue genial, aunque doloroso. Estuve así dos días, en los cuales creé el mapa mundi del territorio donde se desarrolla la historia y escribí el arco narrativo principal, así cómo le di los primeros pincelazos a las criaturas y los protagonistas.
Una vez concluidos esos dos días, decidí que la idea debía volver a reposar. Tenía los elementos básicos. Podría haberme puesto a escribir, pero no es mi método. Yo soy una persona paciente, cuando mi subconsciente me diga que está listo para más, ahí estaré para escucharlo. O escucharla.
En definitiva, lo que quiero decir con esta entrada es que las ideas te alcanzan estés donde estés.
Yo siempre llevo un pequeño cuaderno o una agenda en el bolso que me sirven para anotar las ideas de luego dejo reposar. O también escenas de las historias que estoy escribiendo. Una amiga, sin embargo, usa una app en su móvil para grabarse mientras narra en voz alta el argumento, la idea o lo que se le haya ocurrido.
Hay mil maneras, solo hay que encontrar la que le viene bien a cada persona.
Lo bueno es que, una vez tienes La Idea, lo demás sólo es cuestión de trabajarlo.
Hace unas semanas tuve la suerte de conocer a un grupo de personas estupendas. Todes aman escribir y es realmente bonito poder compartir tus sueños y proyectos con gente que piensa parecido a ti. He aprendido mucho desde que les conozco y lo agradezco mucho.
Estando en ese grupo, les Escritensitas, vino a mí una idea.
Una idea de una historia de las buenas. No sé hasta dónde llegará, pero espero que sea lejos.
No soy de las que en cuanto les surje la idea empiezan a escribir. Eso es más típico de les escritores tipo brújula. Aquellos que en cuanto tienen la idea, empiezan a escribirla.
Yo soy más de tipo mapa, a mi me gusta planificar casi todos los detalles antes de empezar. Así que cuando me viene una idea, la dejo reposar. ¿Qué cuánto tiempo? Ni idea, lo mismo pueden ser unos días que unas semanas. En este caso, fue sólo cuestión de días. Si era porque estar hablando casi a todas horas con les Escritensitas influyó, no lo sé. Pero no me extrañaría.
De modo que ahí me encontraba yo, con la mente trabajando tan rápido que hasta acabé con dolor de cabeza. Fue genial, aunque doloroso. Estuve así dos días, en los cuales creé el mapa mundi del territorio donde se desarrolla la historia y escribí el arco narrativo principal, así cómo le di los primeros pincelazos a las criaturas y los protagonistas.
Una vez concluidos esos dos días, decidí que la idea debía volver a reposar. Tenía los elementos básicos. Podría haberme puesto a escribir, pero no es mi método. Yo soy una persona paciente, cuando mi subconsciente me diga que está listo para más, ahí estaré para escucharlo. O escucharla.
En definitiva, lo que quiero decir con esta entrada es que las ideas te alcanzan estés donde estés.
Yo siempre llevo un pequeño cuaderno o una agenda en el bolso que me sirven para anotar las ideas de luego dejo reposar. O también escenas de las historias que estoy escribiendo. Una amiga, sin embargo, usa una app en su móvil para grabarse mientras narra en voz alta el argumento, la idea o lo que se le haya ocurrido.
Hay mil maneras, solo hay que encontrar la que le viene bien a cada persona.
Lo bueno es que, una vez tienes La Idea, lo demás sólo es cuestión de trabajarlo.